Ha sido una mañana de viernes muy bonita. Marcos ha participado en la actuación del cole como primer pastor, lo que supone que las frases de los pastores las ha dicho todas él. En las filas del salón de actos del colegio se palpaba el orgullo de los padres y abuelos, pero en la nuestra, además, teníamos a un hermanito (Miguel) entusiasmado. Me ha contagiado la emoción. Nunca vi a un hermano pequeño profesar tanta admiración por su hermano mayor. Antes de empezar ya preguntaba cuándo le tocaba a Marcos, así ha seguido preguntando hasta que le tocó el turno. Los ojos, como platos, la boca abierta y cuando lo veía, me sonreía con los ojos brillantes señalándole con el dedo. Ha sido gracioso girar la cabeza y ver a muchos padres llorando por su hija de angelito o de rey...
Yo hice de pastora, pero no hablaba; tenía un puesto de quesos en el escenario, más que nada era un papel para rellenar porque éramos demasiados niños para tan poco papeles. Recuerdo que C estaba conmigo en el colegio ( A entró más tarde y B es más pequeña que nosotras) ella era también pastora. Su madre le pidió el disfraz a una prima mucho más grande que ella y le quedaba enorme, pero a ella le daba igual. Junto antes de subir al escenario, le dio por coger un gato que había en el recreo y cuando le tocó, subió con el gato en brazos. Fue divertidísimo. Mi madre me habló todo el día siguiente de C, pero de mí no dijo nada. Mi padre, por supuesto, no fue a verme. Él siempre se lo perdía todo, no le daba importancia a ninguna de esas cosas. Y mi hermano pequeño se pasaba protestando toda la actuación porque se quería ir. Una vez, tras una actuación de fin de curso, busqué a mi madre entre el público ya que todos los padres eran los que iban a por sus hijos, felicitarle y demás. La mía estaba en la entrada del colegio con mi hermano pequeño: él se aburría y se perdieron toda la actuación.
Las actitudes de mis padres y mi hermano se han venido repitiendo a lo largo de los años de igual forma, creo que lo que mejor lo resume es: cada uno va a lo suyo. Yo he aprendido a no contar con ellos, igual que para los problemas ninguno está ahí, tampoco comparto mis buenos momentos con ellos. Hace poco alguien me dijo que no había que ser rencorosa, que los padres son siempre nuestros padres y que debemos de quererles por encima de todo. Para mí no tiene importancia, ellos me han acostumbrado a que no cuente con ellos. Mi padre se casó, tiene otra hija, la conocí, pero realmente ahora mismo no sé ni la dirección de su casa. Ni cumpleaños, ni Reyes, ni graduación de la Universidad, ni primer trabajo... nada. Como si no existiera. Mi hermano no quiso estudiar, es bastante cafre. Aunque le dio por la música y toca bien la guitarra, como es tan vago, no hizo los últimos exámenes de solfeo y se quedó a medias. Trabaja en una tienda de instrumentos musicales y toca con un grupo en su tiempo libre. Mi madre ha intentado tener pareja, pero es que es un desastre. Desastre en la casa, con el orden, con el coche, despistada... creo que cuando mi padre y ella se desenamoraron (se llevaban fatal y no se aguantaban) mi madre pasó de todo y de todos. No se esfuerza, simplemente ella no muestra interés por nada. Cuando vivía con ella ( mi hermano vivía con mi padre) las cosas de la casa prácticamente las hacía yo todas. A lo mejor me llamaba a las 5 de la tarde desde mitad de una carretera porque se había quedado sin gasolina y quería que le llevara yo una garrafa de la gasolinera; o llegaba la cena y no había hecho la compra. En cuanto terminé la carrera y empecé a ganar dinero (aunque había ahorrado de las prácticas en verano) decidí independizarme. Ella ni se inmutó, pero a los dos días me llamaba por si tenía detergente, que se le había acabado y no se había acordado de comprar, o por si le podía prestar dinero para el sello del coche...
Nada de "¿te hace falta dinero?, ¿estás contenta en el trabajo?, si necesitas algo, llámame". Eran frases que había escuchado siempre a los padres de las demás. En mi caso, nada más lejos de la realidad. Así que no, no me siento rencorosa ni mala hija por hacer mi vida. Mi madre me monta numeritos si me ve por la calle: hace como que se desmaya del sofocón, porque no sabía nada de su hija, está sufriendo mucho y no entiende cómo no la quiero o porqué me alejo de ella. Me denunció. Tenía sólo una tía abuela, viuda. Y antes de terminar en el instituto, me pasaba a verla porque era muy graciosa, sólo sabía hacer tortillas francesas, pero un día le echaba atún, otro día queso, otro día mermelada, y así iba cambiando el menú. Hará cuestión de tres años se murió de repente y la única heredera fui yo. Mi madre, como su sobrina que es, pensaba que iba a quedarle a ella y como vio que no figuraba por ninguna parte en el testamento, me denunció alegando que me había quedado con dinero de ella. Entretanto, si me la cruzaba alguna vez por al calle, una de dos, se hacñia la ofendida y me giraba la cara o me venía lorando en plan "cómo puedes hacerme esto" . Tengo claro que lo suyo es egoísmo, pero a pesar de que el juicio salió a mi favor, yo me pongo nerviosa cuando me monta un número y siempre acabo huyendo del sitio. La gente que conoce la versión de mi madre, por ejemplo, es incapaz de creerse la mía. Piensan que sólo quiero dejarla a ella mal, que una madre quiere a sus hijos por encima de todo, que sufre mucho por mí y que "algo habré tenido que hacer yo..."
Con al herencia me compré " parte del piso" ( he hipotecado un poquito) y un cochecito. Así que fue un regalo del cielo. Ya me acostumbré a no contar con mis padres y hermano para nada, ni pensar en ellos en Navidades (bueno, no pensar más de lo necesario). Las chicas me ayudaron a seguir en paz con mi vida, sin sentir dolor o resentimiento, sin preguntarme más veces el porqué. C se independizó conmigo: sus padres también se separaron cuando ella y su hermana eran muy pequeñas. Él es belga, pero se casó con una japonesa en segundas nupcias y tienen restaurantes por todo el centro de París. C fue algún verano para practicar francés y ganarse algún dinero currando en el restaurante, pero se sentía tan fuera de esa "familia" que duraba poco allí. Su madre se casó con un hombre muy simpático y, aunque a C le parece bien, ella quería escoger su propia vida.
Lo bueno es que encontré a mi familia de verdad. Por un lado tengo a las chicas que me han demostrado que están ahí y mis jefes con los niños me acogen como si verdaderamente fuera de la casa. En Nochebuena quieren que cene con ellos, me invitan todos los años (yo aún no sé que haré). Por lo pronto, hoy salimos a cenar por ahí, C tiene el turno más tarde así que podrá tomarse hasta una copa con nosotras antes de pasar a servirlas. Ya os contaré cómo acaba la noche ;-)
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