Hoy he ido a comprar tarjetas para los regalos de Reyes. A me dio la idea. Ella tiene mucho gusto para los regalos, siempre acierta con ellos. Compra cajas de cartón, bolsas con papel de seda, adhesivos, etiquetas pintadas a mano y ¡los envuelve tan bonitos! Por ejemplo, en Septiembre, para mi cumpleaños, me compró unas botas de pelito; tienen la suela como las zapatillas de andar por casa, pero según me dijo ella:
- son unas UGG, en EEUU se llevan desde hace años y éstas son una edición especial.
Aún no estaba segura de si eran para la calle o para casa. Eran muy bonitas, pero lo cierto es que llevaba semanas pensando en comprarme unas botas de agua y, teniendo éstas, me parecía un despilfarro comprármelas: tener 2 pares de botas (unas para el agua, otras para el frío) son más propio de A o B. A tiene siempre el conjunto de ropa adecuado para cada ocasión. Viste actual, pero nada estridente. B tiene millones de zapatos, bolsos, pero sobre todo sombreros. A ella le encanta probárselos todos cuando vamos de tiendas, lo que cabrea a la dependienta y me pone nerviosa a mí.
Mientras desarrollaba toda esta idea en mi cabeza, la voz de A me devuelve a la realidad:
- Marina, he pensado que las botas te vendrían muy bien para el invierno, pero ya sabes que yo no me enfado, puedes cambiarlo por otra cosa si te gusta más -B, sin embargo, se cabreaba si veía que su regalo no te hacía gracia, por lo que tienes que aguantarte con él y encima ponértelo para que te lo vea- lo importante es que te quedes con algo que disfrutes, aquí tienes el ticket regalo.
En cuanto vi cómo me daba el ticket, pensé con remordimientos: "vaya mala amiga que soy, joder, ¿cómo voy a devolver las botas esas aunque yo parezca una prehistórica con ellas?, con el cariño que me las ha envuelto" La caja era la original, pero venía envuelta en un papel blanco irisado en rosa con un gran lazo de seda y una etiqueta preciosa con unos jacintos. A siempre me busca etiquetas de flores, sabe que me encantan. Y para el ticket ha buscado una tarjetita que simulaba encajes blancos.
Cada vez que veía la tarjetita me daba remordimientos, pero pensé "sólo voy a mirar todos los modelos que hay, por si me gustara más otro" Cosa que por otro lado era improbable, ya que eran muy bonitas...
La tienda donde compró las botas es la más importante de la comarca, tiene zapatos que ¡pasan los 700 Euros! Muy luminoso, de dos plantas, con una lámpara de araña de cristal enooorme y una moqueta de color marfil que siempre está impecable. Había pasado muchas veces por el escaparate, pero nunca había entrado. Desde aquel verano en el que vi que el precio de unas chanclas era de 97 Euros, decidí no hacerme más ilusiones. Pero allí estaba, iba a entrar. Ahora lo que me preocupaba era manchar la moqueta tan blanquita con la suela rugosa de mis sandalias Pull & Bear.
La dependienta tendría la edad de mi madre, pero estaba tan cuidada y bien maquillada que, al mirar nuestro reflejo en un espejo cuando vino a atenderme, descubrí que yo, sin pintar, casi parecía mayor. Sólo supe balbucear " Botas UGG...?" poniendo acento de mundo y temiendo pronunciarlo mal.
Me llevó hasta un escalón grande, cuadrado, donde tenía muchísimas botas de esas. Eran tantas que no sabía a cuáles mirar. Las había de punto, de cuero, con las punteras de goma, altas, bajas, pero de alguna manera veía peluche por todas partes... La dependienta, que se había alejado discretamente, me miraba con los dedos entrelazados por delante y como me vio "perdida" se acercó a preguntarme si quería ver algunas en particular. En ese momento me alegró vislumbrar unas botas que me resultaban familiares, ¡eran las UGG que A me había regalado! las señalé con el dedo y casi me quedo ciega cuando vi ¡el precio de los peluches esos! Las botas costaban 180 Euros, según me dijeron, están hechas de piel de oveja. Qué fuerte... quién le iba a decir a los pastores que tantos años luciendo sus pieles y ahora las venden por un ojo de la cara. Cuando me dijo que no eran impermeables al agua, aproveché para decir que iba buscando precisamente botas de agua, me intentó sacar otras de la misma marca, pero ya le había echado el ojo a otras que me llamaban desde lejos:
-¿y aquellas? pregunté
- ¡Las Chooka!, claro, cómo no. Están recién llegadas, aún estamos sacando modelos del almacén.
Pero aunque empezó a hablarme raro (en inglés, creo) diciéndome los nombres, yo sólo veía unas rosas de lunaritos blancos, eran prácticamente iguales que unas que me compraron en Simago cuando yo era pequeña. Estuve en duda cuando me sacó unas azules con rayitas blancas y pequeños lunares en los bordes, pero cuanto más miraba las rosas, más me gustaban. La satisfacción final llegó cuando me dijo que costaban tan solo 85 Euros. Intentó mostrarme otras con lunares, pero en verde, turquesa... ¡que no, porras! ¿tan raro es que quiera llevarme las rosas?
- Me las llevo, entonces. Me sentí como si robara algo, ¡nunca había tenido unos zapatos que costaran tanto dinero! y menos aún unas botas de agua. Con casi los 100 Euros que me sobraron, aún no sé qué hacer. Le pregunté a A y se puso muy contenta al verme tan entusiasmada, me dijo que guardara el dinero y cuando viera algo que me entusiasmara igual, lo gastara. ¡Qué buena amiga es: tengo las mejores botas de agua del mundo!
A Miguel y Ana (los niños a los que cuido) les encantan. Desde que me las compré sólo les enseñé a cantar "que llueva, que llueva..." pero desde primeros de Octubre hasta ahora se me ha hecho interminable y tampoco conseguía ya que los niños quisieran cantarla. ¡Cuánto daño hace Bob Esponja!
La dependienta tendría la edad de mi madre, pero estaba tan cuidada y bien maquillada que, al mirar nuestro reflejo en un espejo cuando vino a atenderme, descubrí que yo, sin pintar, casi parecía mayor. Sólo supe balbucear " Botas UGG...?" poniendo acento de mundo y temiendo pronunciarlo mal.
Me llevó hasta un escalón grande, cuadrado, donde tenía muchísimas botas de esas. Eran tantas que no sabía a cuáles mirar. Las había de punto, de cuero, con las punteras de goma, altas, bajas, pero de alguna manera veía peluche por todas partes... La dependienta, que se había alejado discretamente, me miraba con los dedos entrelazados por delante y como me vio "perdida" se acercó a preguntarme si quería ver algunas en particular. En ese momento me alegró vislumbrar unas botas que me resultaban familiares, ¡eran las UGG que A me había regalado! las señalé con el dedo y casi me quedo ciega cuando vi ¡el precio de los peluches esos! Las botas costaban 180 Euros, según me dijeron, están hechas de piel de oveja. Qué fuerte... quién le iba a decir a los pastores que tantos años luciendo sus pieles y ahora las venden por un ojo de la cara. Cuando me dijo que no eran impermeables al agua, aproveché para decir que iba buscando precisamente botas de agua, me intentó sacar otras de la misma marca, pero ya le había echado el ojo a otras que me llamaban desde lejos:
-¿y aquellas? pregunté
- ¡Las Chooka!, claro, cómo no. Están recién llegadas, aún estamos sacando modelos del almacén.
Pero aunque empezó a hablarme raro (en inglés, creo) diciéndome los nombres, yo sólo veía unas rosas de lunaritos blancos, eran prácticamente iguales que unas que me compraron en Simago cuando yo era pequeña. Estuve en duda cuando me sacó unas azules con rayitas blancas y pequeños lunares en los bordes, pero cuanto más miraba las rosas, más me gustaban. La satisfacción final llegó cuando me dijo que costaban tan solo 85 Euros. Intentó mostrarme otras con lunares, pero en verde, turquesa... ¡que no, porras! ¿tan raro es que quiera llevarme las rosas?
- Me las llevo, entonces. Me sentí como si robara algo, ¡nunca había tenido unos zapatos que costaran tanto dinero! y menos aún unas botas de agua. Con casi los 100 Euros que me sobraron, aún no sé qué hacer. Le pregunté a A y se puso muy contenta al verme tan entusiasmada, me dijo que guardara el dinero y cuando viera algo que me entusiasmara igual, lo gastara. ¡Qué buena amiga es: tengo las mejores botas de agua del mundo!
A Miguel y Ana (los niños a los que cuido) les encantan. Desde que me las compré sólo les enseñé a cantar "que llueva, que llueva..." pero desde primeros de Octubre hasta ahora se me ha hecho interminable y tampoco conseguía ya que los niños quisieran cantarla. ¡Cuánto daño hace Bob Esponja!
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