viernes, 16 de diciembre de 2011

Agosto 2011

Con tantas noticias bomba el calor insoportable que sufrimos en agosto ni lo noté. El trabajo en la empresa me resultaba cómodo, pero no me veía toda la vida ahí. Seguía echando de menos a mis niños, supongo que el mes que llevaban en Bilbao de vacaciones se notaba bastante aún con un verano de no parar. A final de mes bautizaban a Bruno (temía que el niño se fuera a derretir) así que contaba los días para que "llegaran" antes. Y una de las noches que no podía dormir por el calor, me desperté pensando que estaba a tiempo para enterarme de los plazos y matricularme de Educación Infantil y si ahorraba lo suficiente, con el tiempo, ¡podría poner una guardería! A medida que me emocionaba, me surgían más ideas y más me alejaba del sueño reparador que necesitaba, pero mi sonrisa era imborrable. 

B había agotado ya todas las vacaciones de verano y estaba de vuelta en el trabajo, así que vinieron A y C a mi casa custodiando dos tarrinas grandes de helado. Nos hicimos batidos (por la impresión de que engordamos menos) pero C estaba muy muy rara, A y yo nos miramos varias veces preguntándonos qué mosca le había picado, pero no terminábamos de estar seguras de preguntarle, así que pasé a contarles    que el enfermero tenía pensado llevarme esa noche a cenar a un sitio super romántico según él. Las niñas me preguntaron si estaba feliz, porque ellas me veían tranquila, pero tampoco entusiasmada en exceso. Debo reconocer que me ofendió un poco la opinión que tenían, pero acabé reconociendo de que estaba a gusto, me gustaba estar con él, me sentía bien. Reconozco que la primera imperfecta soy yo, pero digamos que de una hipotética lista de cualidades para mi hombre ideal, al enfermero le faltaban unas cuantas. Pero oye, hay que aceptar a cada uno como es y, aunque empezaba a resultarme un coñazo tener que limpiar todos los días el cuarto de baño por la cantidad de pelos que suelta y poner lavadoras prácticamente con calcetines y ropa interior suya, me sentía bien, acompañada. Era la primera vez que no estaba sola desde que C y yo dejamos de vivir juntas.

Cuando la conversación parecía girar otra vez a preguntar qué le pasaba a C, apareció el enfermero y ya no pudimos seguir preguntando. ¡Se nos había hecho muy tarde! y yo quería ponerme mona (o al menos intentarlo) para la famosa cena, así que las chicas salieron disparadas y yo me puse manos a la obra. El caso es que la cena fue un poco chofff, me había estado vendiendo la moto de que era un restaurante  romántico y ya os podéis imaginar mi cara cuando entramos a un Foster Hollywood... Se me fue toda la emoción ¿esto es lo que entiende él como romántico? Y él, dándose unos aires con la pepsi ilimitada que parecía aquello vino del bueno, vamos. En fin, fue un poco raro todo porque a mitad de la cena me pregunta:
El: - ¿tú y tus amigas pasáis mucho tiempo juntas, no?
Yo: - bueno, tampoco tanto
El: -¡hombre, si llegáis a pasar más tiempo juntas se quedan a dormir!
Yo:- tampoco pasaría nada si se quedan, ¿no? de todas formas cada una tiene su casa
El:- está claro, pero vamos, es que veo que estás con ellas que no cagas...
Y entre la cena "romántica" en el Foster rodeada de adolescentes y estas tonterías estaba a punto de tirarle a la cara unas alitas de pollo.
Yo:- pero a ver ¿cuál es el problema? ¿te caen mal? No es que esté con ellas que no cago, es que son mi familia, las que están ahí siempre. Tú tienes la suerte de que cuentas con tus padres y yo, afortunadamente las tengo a ellas. Tú hablas con tu madre todos los días y yo no te digo nada a mí me parece bien.
El: - ¿que insinúas?
Yo: - ¿ein? ¿insinuar de qué?
El:- mira, mejor vamos a dejarlo ya...
¡Hay que joderse! vamos a dejarlo ya dice el amigo. ¡Me tenía frita!
Cuando llegamos, yo me fui a darme un baño y cuando salí, él estaba roncando a pierna suelta...
A la mañana siguiente, me desperté a las mil, completamente desorientada y los pelos pegados del sudor. Cuando miro la hora ¡la una del mediodía! ¡Qué manera de dormir! El enfermero no estaba en casa, me costó un poco darme cuenta porque estuve andando como las borrachas y medio dormida. Qué raro, tenía el día libre, habría ido a comprar pan... Las dos, dos y media... ¿se habrá ido a casa de su madre a comer? no me ha dejado nota ni nada. Le llamo al móvil
Yo: -¡Hola, buenos días tardes ya! jaja
El:- Hola (leedlo lo más borde que podáis)
Yo: - ¿va todo bien? ¿vienes a comer?
El: - Estoy perfectamente. Ya he comido.
Yo:- Ahm...
Silencio
Más silencio
El:- tengo que colgar, ¿vale?
¿?
Yo:- Esto... bueno, pues hasta luego.
Me quedé pilladísima. Al rato me llama C con muy mala voz y se vino a casa. Me enteré de todo: ¡¡¡¡estaba embarazada del tío del anuncio de Axe!!!! Muerta me quedé como ella, pobrecita.
C: - Tía, te lo juro que nos líamos un montón de veces pero... "del todo" una sola vez que nos quedamos solos en el pub y nos bebimos hasta el agua de los floreros, pero es que el tío es un imbécil y yo, te lo juro...me quiero morir. No tengo dinero para abortar, pero ¿cómo voy a tener un bebé? sé que es muy inmaduro decir esto si te acuestas con alguien sin protección, pero es que ni me enteré prácticamente y sería muy irresponsable criar a un bebé en mi situación. No tiene culpa el niño de nada como para llevar una vida tan chunga, ¡que no tengo más que para pagar el alquiler!
Yo:- bueno, vamos a ver, cálmate. ¿De cuánto estás?
C: no llego a dos meses, pero Marina, tengo que pensar lo que sea ¡ya!

Nos tiramos las dos en la cama, mirando hacia el techo sin poder pensar en nada, porque claro, soluciones al problema sólo había dos y estaba claro que ninguna de las dos era buena idea del todo. A esto que me da por abrir mi armario y veo que el enfermero se ha llevado toooda la ropa. No dejó ni rastro. Interrogante de nuevo, así que le mandé un mensaje ¿estás bien? tengo la impresión de que ha pasado algo y no me he enterado aún.Besos, Marina.Tardó como 2 horas más en contestar el mensaje y a mi se me iban a caer los ojos de mirar tan fijamente la pantalla del móvil. Cuando ya no contaba con una respuesta, recibo ésto: Mira Marina, ha estado bien. Pero nada más. Yo necesito una vida más seria, ¿entiendes? será mejor dejarlo así

¿Así?, ¿Así cómo? ¿Una vida más seria de qué? ¡Si no sabe ni untarse las tostadas! Llevaba dos meses en casa sin aportar ni un duro, que no es lo peor, sino que encima no limpiaba, ni lavaba, ni cocinaba y yo hasta le hacía la colada de sus estúpidos calzoncillos de Kukuxumusu de los cojo***. ¡Joder con el tonto éste! ¿ha estado bien? no lo diría por la cena del Foster porque me sentía una anciana rodeada de párvulos... No entendía nada.

Sacamos lo que quedaba de helado y nos quedamos dormidas durante el atracón. 
Y si nos quedaba algo de empacho, a la noche siguiente fui ya compuesta y sin novio a una cena marroquí que organizaron A y SuperA y justo antes de llegar a los postres, deciden hacer un brindis y A empieza a hacerle señas a SuperA a ésto C y yo nos miramos con los ojos como platos pensando o niño o boda, o niño o boda. Pues no, no acertamos: en un mes se iban del país, se mudaban a Suiza. 

Yo ya no sé si era del atracón de helado de la noche antes, del susto de C en el cuerpo, de mi vacío existencial por el plantón del enfermero o por la noticia en sí, que no pude probar nada más. Es más, creo que ni hablé. Y en el bautizo del pequeño Bruno en el que sudamos más que en Cayo Coco, me pasé toda la tarde en modo "estoy en otro mundo" se nota hasta en las fotos, que salen casi desenfocadas, qué desastre. 

Pues sí, si tengo que definirlo, agosto fue un mes repleto de sorpresas.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Julio 2011

Entre días de un calor insoportable, barbacoas los fines de semana y turnos de noche (trabajo) de el enfermero pasó el mes de julio en un santiamén. El trabajo en la oficina era laborioso, pero no complicado. Cada mañana se prevee como una auténtica sorpresa: el jefe, de unos 68 años, tiene otro hermano trabajando también en la empresa (no más joven de 60) y junto con la hermana del exnovio de A y los dos técnicos de reparación e instalación, formábamos una plantilla muy dispar, pero bien avenida. 

B se vino unos cuantos días de vacaciones y C estaba a tope de trabajo en el pub, la terraza de verano estaba siempre llenísima, pero era un gustazo llegar y tener siempre mesa ¡Ya sé lo que sienten los famosos! Bueno, no os he contado, B se trajo a su recién estrenado novio (2 mesecitos) profesor de Educación física y entrenador personal, casi nada. Tanto para A como a mí nos parece un poco look arrastrado/perroflauta: entiéndase por esto un chico con una melena a lo pasión de gavilanes que parece que no se peina y con unos vaqueros como si se hubiera caído por una montaña pero que cuestan 200 euros. Es un poco el chico Decathlon por excelencia: canoa, rafting, puenting, escalada, alpinismo, esquí... así que por amor, empezamos a notar cómo B cambiaba sus conjuntos chic con cuñas vertiginosas por mini shorts vaqueros y sandalias planas (¡!) Imaginamos que se las ha tenido que comprar, no recordamos haber visto nunca un zapato plano en su armario. 
A C le parecía un tío que molaba, pero es que el estilo de ella es así también, algo perroflauta. C se compra su ropa en Natura y en los puestos de los hippies, asi que es comprensible.Pero esa noche de la terraza no es que la viéramos precisamente sonriendo a un perroflauta, no, era un poco destroyer el chico, pero guapo, la verdad. A cundo le vio dijo: este chico se perfuma con chulería en lugar de colonia y sí, la camisa negra de cuellos grandes, sus vaqueros blancos y sus 10 pulseritas de cuero y plata nos hacían entender que sonreía posando. Ahí había tema: ¡el mundo al revés! B, más conocida como miss tacón o no sin mis planchas del pelo apenas sin maquillar y babeando por un hippilongo y C la persona más desenfadada que conozco haciéndole ojitos al del anuncio de Axe.

Por esta época me había distanciado sin querer con pero, aunque intentamos adaptarnos, su ritmo de vida es bastante diferente: aunque es joven, ha adquirido pautas de comportamiento muy marujonas y de cuarentona (tanto ella como SuperD) y su plan consiste en ir a comer los domingos a las ventas de carretera (que la comida está muy buena, no lo discuto, pero nunca se apuntan a nada con nosotros). 

Aún así, estaba siendo un verano muy agradable.


martes, 13 de diciembre de 2011

Junio 2011

El enfermero había pasado de estar en el banquillo a ser titular, me llamaba mucho, estaba muy involucrado conmigo, era como si lleváramos saliendo años. Justo volviendo de una revisión médica me dijo que no quería esperar en su casa (vivía con sus padres) a quedar conmigo cada día: - Quiero vivir contigo, Marina. Yo no me lo esperaba y me dejó algo cortada, me parecía todo muy rápido, pero también llevaba muchos años con una vida lenta, así que dije: - Vente cuando quieras. Me salió tan normal que me extrañé hasta yo, pero lo cierto es que esa noche ya durmió en casa. Como había estado otras veces, sabía dónde encontrar las cosas y bueno, tampoco es de los que se cortan mucho, él se ponía a abrir puertas hasta localizar lo que buscaba. 
El sábado por la mañana me despertó un mensaje de móvil (mierda, se me había olvidado quitarle el sonido), era C: ¡Marmotaaa, despierta! hace un sol radiante, hoy tenemos plan: playa playa y playa! llámame. 

Ummm, aún no les había contado nada: se había instalado el día antes sobre la marcha y no tuve ocasión de hablar con las niñas para ponerlas al día, tampoco pegaba nada estando él en casa llamarlas para decirles: ey, tías, el enfermero quiere vivir conmigo y ¡se ha mudado hoy! 

¿Y ahora qué hago?

Enfermero : - ¿qué pasa?
Yo: - nada, nada, ¿qué tienes pensado hacer hoy?
E: - ¿cómo que qué tengo pensado? Quedarme aquí, contigo, en casa, en pijama...
( ¿¿todo el día aquí en pijama??) Era obvio que tenía que acostumbrarme aún a compartir no solo la casa sino mi tiempo.
Yo: - Ah, es que C me ha escrito para irnos hoy a la playa
E: - genial, pues entonces después de comer quedamos con ella en la playa, ¿no?
A mí no me cuadraba nada... digamos, falta de costumbre. Y encima tenía que buscarme un hueco como fuera para decirle a C que vivía conmigo antes de que nos viera en la playa y lo soltara él.
Yo: - vale, me voy a duchar y la llamaré para ponernos de acuerdo en la hora.
Tras media hora de ducha de mentira (tenía que hacer ruido para hablar con las niñas disimuladamente) ya las tenía a todas al día y después de que me chillaran al oído por la sorpresa y contestara dos o tres preguntas obligadas, se quedaron contentas y yo pude salir del baño que se había convertido en un baño turco con tanto vapor... Evidentemente al plan se unió A también con SuperA y B yo creo que no se vino porque no quedaban aves disponibles jajaja.
Y el lunes, teléfono de nuevo: ¡entrevista de trabajo! les dije que podía ir esa misma mañana. Así que apañé como pude y fui super nerviosa. La oficina era muy pachanguera, cada uno tenía su "decoración" particular lo que me hizo relajarme algo más al entrar y totalmente (casi) cuando vi al jefe; un señor mayor que me dijo:
- Mira, Marina, yo no te voy a hacer perder el tiempo, nosotros estamos algo torpes, los técnicos trabajan bien y tenemos controladas las instalaciones que hacemos así como los contactos con las empresas grandes y nuestros clientes, pero con los papeles nos llevamos cada vez peor. Mucho trámite, después hay que archivar y esto es un jaleo. ¿Tú quieres trabajar aquí? ¿Crees que lo harías bien?
- Señor, yo he trabajado varios años (como puede ver en mi cv) en una empresa llevando contabilidad y el trámite y documentación son algo habitual para mí, además, en los últimos tiempos estuve cuidando a unos niños y obligatoriamente necesitas ser organizada para sobrevivir, así que no sé cómo de bien lo haría, pero soy trabajadora y me esfuerzo.
- Pues muy bien... ¿los niños son tuyos?
- No, señor, yo soy soltera, trabajaba de cuidadora de tres niños entre 15 meses y 5 años.
- Ahh, estupendo, uuuy yo tengo dos nietos y ¡son más malos que un rayo!

(Pero esta ¿qué tipo de entrevista es?¿me ha traído para charlar? a ver si se hincha de hablar y después me dice "ya te llamaremos"...)

- Bueno, ¿por dónde íbamos?
- Que creo que trabajaría bien aquí...
- Bueno, pues escoge tu mesa y coloca tus cosas que empezamos bien la semana.

¡Y tan bien! nunca había tenido una entrevista más surrealista.

La oficina es muy muy peculiar, siempre hay sorpresas (aún busco, a día de hoy, la cámara oculta por si la hubiese)


lunes, 12 de diciembre de 2011

Mayo 2011

Y del primer "café" (ahora ya no puedo y debo tomar líquidos más suaves) pasamos al segundo y de quedar un día a la semana, a vernos todos los días. Su compañía me resultaba muy agradable, era un chico conversador y atento, muy simpático. Algo egocéntrico, tal vez, pero necesitaba alicientes en mi vida y la novedad de tener citas con él me gustaba. No me preocupaba de si le gustaba o le podía molestar algo o... simplemente era yo misma. 

(Skype para tres):

B: ahhh, ¡¡¡aquí hay tomatee!!! Uauuu encima enfermeroo
A: jajaja, B, sigues con tu cliché de Anatomía de Grey, jajaja. El chico parece muy majo
Yo: Siii, es un encanto, pero tampoco es Karev
A, B, yo:  aaahhhhh!! jajajajajaj!!!

Sentía que mi vida tomaba un rumbo nuevo: me recuperaba poco a poco, he perdido una talla de ropa (así que ahora ando en la 40 :D) y aunque tengo molestias irreversibles, tenía a un enfermero en mi vida. Sólo me faltaba ponerme manos a la obra y pensar en buscar un trabajo. 

Con todos los respetos para Infojobs, al final se ha quedado en una web como si entras a leer el Cuore porque sirve de bien poco. ¿Qué es lo que nunca cambiará? Conocer a gente te facilita las cosas.

Una mañana de las muchas que pasaba por la farmacia, me encontré con la hermana de un ex novio de A, la chica es un encanto, así que me alegró mucho verla y así hablando me contaba que había terminado un módulo de contabilidad y que estaba muy contenta en una empresita pequeña de frío industrial. Seguimos hablando y tras contarle un poco por encima mi situación y mostrar interés por un puesto de trabajo, me dijo que estaba segura que aún necesitaban a alguien más. A la mañana siguiente, pasé a dejar mi curriculum. Y terminé el mes con nuevas inquietudes y muchas respuestas en el aire.




domingo, 11 de diciembre de 2011

Abril 2011

Para el mes de abril salía de una manera más habitual a la calle, principalmente para revisiones médicas y comprobaciones de la baja. 

El post-operatorio y recuperación de una perforación de intestino es muy dolorosa, lenta y por mucho que digan los médicos nunca nunca te quedas bien, siempre acabas sufriendo malestares que se quedan para siempre. Yo además le añado a eso mis dolores de clavícula: debo tener cuidado cómo cargo el peso o cómo cojo algo pesado porque aunque soldó bien, la rotura de mi clavícula fue muy fea, según los médicos. En resumidas cuentas, una vez que el coche se estropea, nunca funciona igual aunque lo arreglen. Pero ya no puedo descambiarlo, ¿verdad? así que sólo me queda aguantarme y encima dar gracias. 

En los primeros días del mes coincidí en el hospital con mis jefes, yo iba con mis carpetas llenas de papeles y ella iba con una super barrigota. Me entró unos nervios en el estómago como cuando te cruzas con el chico que te gustaba o algo así, me inquieté y me daba miedo cómo ibamos a llevar el encuentro fortuito. Digamos que la sorpresa fue evidente para todos, pero ellos supieron salvarla mejor que yo, que no sabía decir nada más allá de un tonto hola. Salían de la última visita al ginecólogo antes del parto que estaba programado pasadas las dos semanas siguientes. (qué manía tienen ahora de programar los partos, ¡si los niños salir, van a salir!) Me dijeron de tomar un café, pero como me tocaba entrar a ver al especialista, no pudo ser y apostillaron, pásate por casa cuando quieras y ves a los niños. En este momento lo que antes habían sido unos nervios en el estómago se convirtieron en un nudo en la garganta y sólo pude asentir. Mis niños... cuántas cosas han pasado en tan poco tiempo y ahora no estoy con ellos. Subí al médico llorando y cuando me tocaba entrar, ¿a quién me encuentro? sí, exacto, al enfermero. Vino super atento a preguntarme si me encontraba bien y tal y yo le di largas tan rápido que después pensé: qué estúpida soy, para alguien que te trata bien, vas y le apartas , pero bueno, él iba con prisas y a mí tampoco me apetecía que me vieran así. 

Esa misma tarde, a las 4 y media me fui a la casa de mis ex jefes temblando como un flan porque no sabía cómo iban a reaccionar los niños: ¿les alegraría verme?, ¿pasarían de mí?, ¿me echaría yo a llorar? El trayecto hasta la casa era familiar, pero me resultaba taaaan lejano, como si hubieran pasado años desde la última vez que estuve allí. Al escuchar jaleo de niños tras la puerta me entraron ganas de irme, pero ya había llamado al timbre y al identificar sus vocecitas ya estaba deseando abrazarles a todos, ¿me abriría Marcos? Pues no. Me abrió una auténtica desconocida para mí y una amiga nueva para los niños: la mujer que trabajaba de niñera ahora. La radiografía de un silvido, delgadísima, con coleta, morena y de mirada muy fría:

- ¿Hola? Dígame, ¿qué desea?
- Ehh, hola, buenas tardes, soy Marina ( no sé si era mi propia película mental pero me sentía taaan humillada)
-¡¡Maninaaa, Maninaaa!! mis niños me reconocieron y no hizo falta que me presentara, se me saltaron las lágrimas. Ella abrió la puerta y aunque intentaba parecer amable, se notó que le dio coraje.
No pasé de la entrada y los niños se abrazaron a mí y yo lloraba sin parar, esa mañana el mismo médico me advirtió de los cuidados para mi clavícula, pero en ese preciso y precioso instante me hubiera dado igual que se me descolgara el brazo.
Miguel había dado un estirón y me decía que si aún tenía pupas y Marcos apareció veloz con un dibujo que me habían hecho. ¡No se habían olvidado de mí! ¡me habían hecho un dibujo! Y de esto hace ya 8 meses, pero cada vez que lo recuerdo se me saltan las lágrimas. No sé si algún día tendré hijos, pero el amor que siento por estos niños es superior a todo. La niñera 2 desapareció como un fantasma y vi venir a mi preciosa Ana con mi ex jefa y su gran barrigota a la que no terminaba de acostumbrarme (de Ana no fue por asomo tan grande, la tiene super redonda es como un bombo de música).

- Siéntate, nos tomamos algo. Me dijo sonriendo
- Si os queda algo de zumo, me viene bien, gracias. 
- Sin problemas, sabes que aquí el zumo circula en cantidades casi industriales.

Y seguía llorando, emocionada, de ver a mis niños de saber que ellos me quieren como yo a ellos y del recuerdo del olor a Nenuco de la casa, siempre huele a Nenuco. Ohh, ¡lo echaba tanto de menos!

Miguel me decía: - Ya no tienes barriga, pero no llolles. Jajajaja ¡me lo comía a besos y abrazos!
Y cuando Marcos me preguntó se me quebró la voz: - ¿tú ya te quedas aquí con nosotros?
Ufff, qué difícil me estaba resultando todo, a ésto apareció la enterada de la niñera 2 diciendo:

- ¡Maarcos, pero tú sabes que yo ya estoy aquí para cuidaros! , Marina no puede venir, que está malita.

¡Qué tía tan lagarta! ¿Cómo se atreve a decirle a un niño eso? a saber qué cosas les contará, me tendrá a mis niños traumatizados. Pero yo respondí sonriendo

- Cariño, tú sabes que yo siempre voy a estar para vosotros, así que vendré a visitaros siempre que queráis.

Marcos: - ¿pero entonces, te quedas ya aquí? 
Miguel: - ¡tú muemes con nosotros en la cama!

La niñera 2 irradiaba ya tanto cabreo que mi ex jefa intervino para suavizar las cosas. Con el tema de la merienda se despistaron un poco, pero no me gustaba nada tener que estar hablando de mis cosas con la arpía esqueleto delante de nosotras. Mi jefa me contó que había seguido teniendo problemas en el embarazo, que los niños me habían hecho los dibujos y que pensaban llamarme y venir a verme a casa una vez que hubiera nacido el pequeño porque entre mi accidente, su embarazo, los tres niños y la casa no tenían tiempo para nada. Y me lo creí. Estando de nuevo dentro de la que había sido mi casa durante años, volví a entender cómo funciona todo en la casa y los días pasan muy rápido y a tope. Aunque nadie se dio cuenta me dolió comprobar que me molestaba horrores intentar coger en brazos a alguno de los peques, como hacía antes, era como asumir que debía aceptar que no iba a volver para cuidarles. La marea de sensaciones me tenía muy abrumada. 

Al día siguiente tenía mono de ver a mis niños de nuevo y salí a la calle para ver si me los encontraba por el parque o algo, ¡qué suerte tuve! Sé que la niñera repelente me vio y se hizo la loca, pero yo iba a ver a mis niños y no a ella, así que me panté delante de los columpios y Miguel se vino corriendo hacia mí con una sonrisa impagable

- ¡Tú te vienes con nosotros a jugar! Y a pesar de que había alguna personaje cabreada, me pasé media mañana en el parque con mis niños. Me sentía como el padre divorciado con problemas de custodia que se escapa del trabajo para colarse en el recreo de sus hijos. Estefanía (la niñera chunga) me soltó:

- Mira, Marina, no te ofendas, pero si quieres a los niños, no deberías aparecer así como así para jugar con ellos. Les confundes y no favoreces su (a ver si me acuerdo bien) crecimiento emocional , los desestabilizas. 

- Tranquila, Estefanía, llevas menos de 4 meses con ellos, ya los conocerás mejor, son niños muy inteligentes y si en algo pudiera afectarles ten por seguro que lo evitaría yo la primera y después sus padres. 

Y se marchó con mis niños a regañadientes mientras Miguel me decía adiós con la manita...
El día después del parto programado, me presenté en el hospital con una cesta preciosa recomendada por A, tenía cosas para el bebé y cosas para mi jefa (como crema corporal reafirmante, frutas, bombones...) y le vi la carita al precioso Bruno, con un gran flequillo negro y largos deditos. Mi ex jefa estaba algo pachuchilla porque el parto fue más largo de lo normal (a pesar de ser programado) y también bastante complicado, pero afortunadamente estaban los dos bien. 

Entró mi ex jefe y se creó una complicidad entre los tres que seguro que ellos notaron, porque aprovecharon para contarme un poco: habían dudado muchas veces de llamarme y ponerme a los niños, de que vinieran a verme a casa y demás, pero 1º el tema del complicado embarazo no facilitaba las cosas y 2º pensaron que estando en un momento tan delicado, el hecho de que mantuviera un contacto muy apegado a los niños me iba a hacer más difícil el asumir que necesitaban a otra persona que me sustituyera en el trabajo. 

- Marina, tú sabes que nosotros te queremos mucho porque vemos cómo quieres a nuestros hijos, lo hemos comprobado, estábamos completamente tranquilos sabiendo que tú cuidabas a los niños porque sabemos cómo los cuidas y lo mucho que ellos te adoran. Para nosotros no ha sido nada fácil ni encontrar a otra persona que se desenvuelva con la que nos viene ahora teniendo a Bruno en casa y que nos transmita confianza para cuidarlos. Estefanía es una buena chica, algo seria y algo estricta, pero nos da tranquilidad. Ella se tiene que sentir intimidada porque no se lo han puesto fácil, eh? los niños se rebelaron y no querían saber nada de ella, hemos tenido unas buenas batallas, decían que ellos querían que Marina volviera y que cuándo volvía Marina y que ellos querían a Marina... 
Miguel nos contó que te vieron en el parque el otro día (notaba como mi cara se iba poniendo roja de vergüenza... ¡Dios, iban a pensar que soy una psicópata que acosa a sus hijos en los parques!)

- Esto... bueno, es que los vi y claro...
- Ya, bueno, que sepas con total seguridad que puedes venir a casa a verlos cuando quieras, siempre que quieras, no tienes que ir a buscarlos como una fugitiva, nuestra casa es tú casa. Así que descarta los encuentros callejeros ;-)
- De acuerdo. Me tenían calada, anda que no me conocen ya ni nada...
Al salir del hospital, me encontré con el enfermero que salía del turno y al final quedamos para un café.


Marzo 2011

Todo el tiempo que meses antes había pasado fuera de casa, lo recuperé en cuestión de unos días. Los primeros días mi piso me parecía hasta fascinante, todo nuevo, me parecía bonito; a medida que las semanas sumaban en el calendario, me cansaba del mismo escenario porque apenas salía de casa (me permitía un lujazo como pedir la compra por internet al Mercadona) y porque al mismo tiempo, mis problemas físicos iban remitiendo y la inactividad empezaba a agotarme. 

Llegué a la conclusión de que el ciclo de vida de un producto es bastante similar al aprovechamiento del tiempo libre cuando no tienes nada que hacer: al principio aprovechas poco a poco pero cada vez más hasta un punto en el que te cunde la mañana haciendo muchas cosas; pasado un tiempo, has ordenado y limpiado tanto y puesto todo al día, que los días se hacen interminables y en lugar de aprovechar, desaprovechas. Empezaba a echar mucho de menos a mis niños y tenía muchos sentimientos encontrados con mis jefes: por un lado comprendía perfectamente que buscasen a otra persona porque está claro que les hace falta y que yo estaba como una muñeca de trapo, pero por otro lado me dolía, me sentía como ofendida por haberme reemplazado, nada de llamadas, nada de visitas, nada de nada. De un día para otro la que en parte había sido mi familia no daba señales de vida, tal y como me ocurría con mi familia de sangre. Yo, en lugar de intentar llamarles o pasar a visitarles, opté por cerrarme en banda, la que había estado malita era yo, ¿no? teniendo teléfono, una llamada no cuesta nada. Pero me esperaba una visita sorprendente.

B: - "Guapa, ¿qué tal te encuentras hoy?"
Yo: - "Hola B, pues nada, como todos los días..."
B: - "Ummm, ya, bueno, ¿tienes planes esta tarde? Hay alguien a quien no conoces que quiere merendar contigo."
Yo: -" ¿Conmigo? ¿Alguien a quien no conozco? Esto...
B: "No no no no no, tú tranquila, yo te explico: A estaba algo apurada y no sabía cómo decírtelo, ella ha estado en contacto con algunas señoras testigos del accidente y se ve que tienen ganas de ir a verte"
(Mis ojos, como platos) Yo: "¡Venga ya!"
B: "¡Que sí, chiquilla! ¿Sí o no café esta tarde? en tu casa o donde quieras, vamos"
Me pilló en un día de me da igual todo y acepté.

A las 5 estaba A en casa con un bizcocho de canela y almendras que me perfumó toda la casa. Trajo también unas pastas por si alguien era alérgica a los frutos secos. Estuvimos un rato en casa sin hablar apenas, pero a gusto. Yo no pregunté ni cómo eran las señoras ni nada, pero cuando sonó el timbre, la sonrisa de A y su "verás, te van a encantar" despertaron toda mi curiosidad.

Vivo en un tercero y creo que desde la primera planta escuchaba ya sus voces muy escandalosas. A y yo esperábamos junto a la puerta entreabierta cuando me veo a dos señoras mayores muy bajitas y llenas de energía entrando a mi casa como si vinieran todos los días. La entrada no pudo ser más triunfal:

Señora 1: "Hola, preciosa, ¡qué linda eres!" (dirigiéndose a A)
Señora 2: "Ay, ay ¡venimos ahogaditas! ¡Cuántos escalones tiene esto, Corazón de Jesús!"
Señora 1: "Si es que te lo he dicho, que el ascensor no come, y total, para lo viejas que estamos ya, si nos quedamos encerradas, nos ahorramos el ataúd"
Señora 2: "¡Jesús bendito, vaya cosas que tengo que oir! Además, ahora que lo dices, tenemos que llegar vivas por lo menos hasta el juicio de la pobre muchacha... ¿eres tú, verdad?"

Y las dos vinieron a darme unos abrazos muy cariñosos. De la sorpresa de su llegada pasé a la risa ante tal espectáculo y cuando me transmitieron tanto cariño me puse a llorar como no lo hacía desde hacía meses.

"¡No me llores!", me decían secándome las lágrimas. Como llevaba muchas semanas casi en silencio, la tarde de visita me dio un dolor de cabeza impresionante, pero lo pasé muy bien. No tenía ganas de reír pero acababas riendo igualmente ante tanto cariño y espontaneidad.

Las señoras son vecinas desde hace 40 años, una planta las separaba de estar puerta con puerta, pero nunca se habían relacionado sin saber ninguna de las dos porqué. El caso es que una no tuvo hijos y el de la otra vive a bastantes km ("¡casado con una rusa, más blanquita es! pero hicieron una boda muy rara, para mí que es amañada, yo creía que mi hijo era un lesbiano de esos") por lo que al quedarse viudas se hicieron amigas y ahroa son inseparables. ¡Ven Sexo en Nueva York con 70 años que tienen! jajajaj 

Pues eso, como tenían todo el tiempo libre del mundo venían cada dos por tres a merendar. Había días que prefería quedarme tranquila sola, pero me daba pena decirles que no. Me han llenado la casa de tapetes de croché, así que cuando se van, me dedico a esconder los encajitos para sacarlos de nuevo antes de que vengan. En dos meses, había cambiado a 3 niños de párvulos por dos ancianas hiperactivas. 





viernes, 9 de diciembre de 2011

Febrero 2011

Comencé el mes de Febrero con 8 kilos menos y en mi cama de hospital. El olor a desinfectante no se me iba de la nariz, pero me daba igual, me pasaba el día queriendo dormir o al menos lo intentaba manteniendo los ojos cerrados, lo que me evitaba tener que hablar con las visitas. Mi hermano vino con una caja de galletas que por supuesto no podía ni probar, pero bueno, la intención es lo que cuenta (pensaré). Estuvo 15 minutos, preguntó literalmente cómo me iba la cosa y si me había visto las tripas. Después se marchó diciendo que había quedado. Hizo infinitamente más que mi madre, a la que avisaron y dijo que ya me visitaría cuando estuviera fuera del hospital que le agobiaban mucho. Honestamente prefiero que no llegara a visitarme.

 A y C vivían prácticamente en el sillón de imitación a cuero negro de la habitación, no se separaron de mi lado. Supongo que todo el mundo imagina lo solo que te sientes en un hospital si nadie te acompaña y paradójicamente, me daba igual que no hubiera nadie. No quiero sonar desagradecida porque no tendré años de vida para agradecerles lo suficiente todo el amor y la dedicación que me han dedicado, pero digamos que entré en un punto de apatía y pasotismo tal, que me daba exactamente igual todo. La frase común de todas las enfermeras era: 

- "¡Anímate, mujer! Mira lo delgada que te estás quedando, ¡ni en la Buchinguer de Marbella! Si tus amigas tienen el cuarto que parece una suite

Y ahí les doy la razón, no me faltaban las flores (se encargaba A), B aunque no pudo venir por trabajo, me mandó las suscripciones de 5 revistas, y un camisón muy mono de H&M, y aunque su fuerte es animar, C improvisó trayendo un montón de globos de colores que ató en mi cama. Lo cierto es que aunque se esforzaban por animarme, las pobres apenas podían hablar del disgusto. Pasaron como 3 pacientes por la habitación, todos para operaciones y la frase que solía oír era:

- "Uh, la pobre, qué mala cara tiene... bien mala tiene que estar, ¿verdad?"

Cuando C se quedaba conmigo, A se esmeraba en prepararme cremas para poder comer y aunque al principio lo intenté, lo pasé tan mal en el baño que no quería abrir la boca. Sólo que era contraproducente y me obligaban a comer papillas. Paradojas de la vida, hacía menos de un mes había estado alimentando a Ana con potitos y papillas de verdura parecidas a las que yo debía tomar ahora. 

Pasada la primera semana, hubo un cambio y apareció en escena un enfermero al que curiosamente conocía: fue un compañero en Empresariales, hasta que decidió cambiarlo por la enfermería. Al principio lamenté encontrármelo y que supiera exactamente qué me había pasado, pero después me motivaba el verle cada día. Era un chico muy agradable, muy atento conmigo, me hacía sentirme bien y olvidar por segundos que estaba en una cama de hospital con un camisón de vieja y que necesitaba urgentemente hacerme la cera (el pasarme la cuchilla me traía negra). 

Para San Valentín me trajo una flor y 4 días más tarde salía del hospital con ganas y con miedo, mis piernas endebles de tanto reposo me temblaban al salir a la calle. Llegué a casa y sentí alivio. Más aún al día siguiente, quería borrarlo todo. No me habían sacado el tema, pero si yo no denunciaba, además de mi amiga, había más mujeres dispuestas a hacerlo. También acabé sabiendo que no iba a seguir trabajando para cuidar a mis niños.  A y C pensaron, tras acordarlo con mi jefa, que lo mejor era retrasar la información al máximo. Es cierto que yo llevaba un mes en el hospital, que mi jefa estaba ya casi de 5 meses y necesitaba buscarse a alguien que la ayudara. Alguien que no tuviera que hacer reposo para una clavícula rota, ni rehabilitación para la fisura en la muñeca... Estaba oficialmente de baja y después pasaría al paro. El saber que ya no iba a cuidar yo de los niños fue aún peor que el dolor de mi intestino perforado, pero tenía tal nebulosa mental que no podía pensar. Me dediqué a escuchar las canciones de yoga y relax en la cuenta spotify de A. Y aunque cambiaba el título, me parecían todas una misma canción. La banda sonora de mi mes de febrero.


Enero 2011

Como dejé escrito en el blog, el 13 de enero quedamos A y yo para irnos de rebajas. Recuerdo que esa mañana los niños habían estado muy inquietos y acabé la jornada muy cansada. No tenía muchas ganas de ir, pero en cuanto vi aparecer a A sonriente con dos piruletas (como si llevara dos lingotes de oro) supe que me animaría. Estuvimos en Zara, en Oysho y en Pull and Bear, recuerdo que al final me compré unos pantalones de Springfield que me parecieron cómodos. Sobre las 9 de la noche nos íbamos para casa y quería acercar a A en coche para que no tuviera que coger el autobús, ella no quería, pero insistí tanto que no le quedó más remedio. 

Como estaba todo abarrotado de gente, aprovechamos para pasar de una calle paralela a la otra a través de unas escalinatas que no solíamos bajar. Normalmente no baja nadie por ahí ya que, a pesar de estar en pleno centro, es una zona sin farolas; pero ese día ya os digo que había gente por todas partes así que bajamos. Lo siguiente que recuerdo fue un griterío detrás de nosotras, un empujón muy fuerte por el que caí por las escaleras. Imagino que os habrá pasado al caeros, se queda uno como conmocionado y te levantas sin saber muy bien qué te duele; pues al intentar ponerme de pie me di cuenta de dos cosas: que el brazo derecho me dolía a morir y no podía ni apoyarlo y que no me podía levantar porque me había clavado en la barriga una antigua barandilla de escaleras oxidada. Al comprobar la profundidad de la herida y que me manché la mano de sangre, apenas pude vocalizar el nombre de mi amiga que en esas décimas de segundo era aún ajena a lo que me estaba sucediendo. Su cara fue el reflejo del terror, pero reaccionó a tiempo para gritar y pedir ayuda por teléfono. Yo me estaba mareando por el dolor y en el fondo me preguntaba si me mareaba porque me dolía la herida o me dolía porque me había visto lo que me pasaba. De cualquier forma, fue todo un espectáculo horrible. Tengo grabada a fuego la imagen de una bolsa blanca de Oysho de A llena de sangre.

Ya en el hospital perdí la cuenta de todo. Clavícula rota, muñeca fisurada y perforación de intestino. Casi nada. Pérdida de sangre, operación de urgencia, reposo absoluto, confusión mental... 

Lo que ocurrió fue una pelea entre dos mujeres de etnia gitana que peleaban por un robo de carteras. Una gitana de casi dos metros se lió a guantazos con la otra, que cayó encima de mí. La suerte (después de todo) es que había tanta gente escandalizada por lo que pasó que se ofrecieron para testificar en el juicio que yo quería evitar, pero que finalmente se está dando. Ahora en la distancia reconozco que me salvó el insistir tanto para llevar a A en el coche, si no, me hubieran recogido quién sabe cómo. 


La película de un año de vida

Me resulta raro volver a escribir y a medida que lo hago recuerdo la sensación tan agradable que me produjo desde el primer momento en el que creé este blog. Me ayudó mucho "hablarle al mundo", pero tras la muerte de mi padre me esperaba aún un año peliculero total. Si algún guionista de cine quiere ponerse en contacto con migo, le cedo los derechos de este año de mi vida. 

Ante todo, me gustaría disculparme por esta larga ausencia, pero he tenido unos altibajos muy grandes y la idea de escribir se esfumaba en cuanto aparecía. Quizás porque me costaba trabajo lidiar con mi día a día y con eso tenía bastante. Recuerdo perfectamente que un día como hoy, el año pasado estaba con A comprándome un vestido para fin de año sin imaginarme lo que se me vendría encima.
Durante las próximas entradas en el blog haré de tripas corazón para resumir lo que he vivido estos últimos doce meses, espero que sigáis ahí ¡porque me vendrá muy bien vuestro apoyo!