domingo, 11 de diciembre de 2011

Marzo 2011

Todo el tiempo que meses antes había pasado fuera de casa, lo recuperé en cuestión de unos días. Los primeros días mi piso me parecía hasta fascinante, todo nuevo, me parecía bonito; a medida que las semanas sumaban en el calendario, me cansaba del mismo escenario porque apenas salía de casa (me permitía un lujazo como pedir la compra por internet al Mercadona) y porque al mismo tiempo, mis problemas físicos iban remitiendo y la inactividad empezaba a agotarme. 

Llegué a la conclusión de que el ciclo de vida de un producto es bastante similar al aprovechamiento del tiempo libre cuando no tienes nada que hacer: al principio aprovechas poco a poco pero cada vez más hasta un punto en el que te cunde la mañana haciendo muchas cosas; pasado un tiempo, has ordenado y limpiado tanto y puesto todo al día, que los días se hacen interminables y en lugar de aprovechar, desaprovechas. Empezaba a echar mucho de menos a mis niños y tenía muchos sentimientos encontrados con mis jefes: por un lado comprendía perfectamente que buscasen a otra persona porque está claro que les hace falta y que yo estaba como una muñeca de trapo, pero por otro lado me dolía, me sentía como ofendida por haberme reemplazado, nada de llamadas, nada de visitas, nada de nada. De un día para otro la que en parte había sido mi familia no daba señales de vida, tal y como me ocurría con mi familia de sangre. Yo, en lugar de intentar llamarles o pasar a visitarles, opté por cerrarme en banda, la que había estado malita era yo, ¿no? teniendo teléfono, una llamada no cuesta nada. Pero me esperaba una visita sorprendente.

B: - "Guapa, ¿qué tal te encuentras hoy?"
Yo: - "Hola B, pues nada, como todos los días..."
B: - "Ummm, ya, bueno, ¿tienes planes esta tarde? Hay alguien a quien no conoces que quiere merendar contigo."
Yo: -" ¿Conmigo? ¿Alguien a quien no conozco? Esto...
B: "No no no no no, tú tranquila, yo te explico: A estaba algo apurada y no sabía cómo decírtelo, ella ha estado en contacto con algunas señoras testigos del accidente y se ve que tienen ganas de ir a verte"
(Mis ojos, como platos) Yo: "¡Venga ya!"
B: "¡Que sí, chiquilla! ¿Sí o no café esta tarde? en tu casa o donde quieras, vamos"
Me pilló en un día de me da igual todo y acepté.

A las 5 estaba A en casa con un bizcocho de canela y almendras que me perfumó toda la casa. Trajo también unas pastas por si alguien era alérgica a los frutos secos. Estuvimos un rato en casa sin hablar apenas, pero a gusto. Yo no pregunté ni cómo eran las señoras ni nada, pero cuando sonó el timbre, la sonrisa de A y su "verás, te van a encantar" despertaron toda mi curiosidad.

Vivo en un tercero y creo que desde la primera planta escuchaba ya sus voces muy escandalosas. A y yo esperábamos junto a la puerta entreabierta cuando me veo a dos señoras mayores muy bajitas y llenas de energía entrando a mi casa como si vinieran todos los días. La entrada no pudo ser más triunfal:

Señora 1: "Hola, preciosa, ¡qué linda eres!" (dirigiéndose a A)
Señora 2: "Ay, ay ¡venimos ahogaditas! ¡Cuántos escalones tiene esto, Corazón de Jesús!"
Señora 1: "Si es que te lo he dicho, que el ascensor no come, y total, para lo viejas que estamos ya, si nos quedamos encerradas, nos ahorramos el ataúd"
Señora 2: "¡Jesús bendito, vaya cosas que tengo que oir! Además, ahora que lo dices, tenemos que llegar vivas por lo menos hasta el juicio de la pobre muchacha... ¿eres tú, verdad?"

Y las dos vinieron a darme unos abrazos muy cariñosos. De la sorpresa de su llegada pasé a la risa ante tal espectáculo y cuando me transmitieron tanto cariño me puse a llorar como no lo hacía desde hacía meses.

"¡No me llores!", me decían secándome las lágrimas. Como llevaba muchas semanas casi en silencio, la tarde de visita me dio un dolor de cabeza impresionante, pero lo pasé muy bien. No tenía ganas de reír pero acababas riendo igualmente ante tanto cariño y espontaneidad.

Las señoras son vecinas desde hace 40 años, una planta las separaba de estar puerta con puerta, pero nunca se habían relacionado sin saber ninguna de las dos porqué. El caso es que una no tuvo hijos y el de la otra vive a bastantes km ("¡casado con una rusa, más blanquita es! pero hicieron una boda muy rara, para mí que es amañada, yo creía que mi hijo era un lesbiano de esos") por lo que al quedarse viudas se hicieron amigas y ahroa son inseparables. ¡Ven Sexo en Nueva York con 70 años que tienen! jajajaj 

Pues eso, como tenían todo el tiempo libre del mundo venían cada dos por tres a merendar. Había días que prefería quedarme tranquila sola, pero me daba pena decirles que no. Me han llenado la casa de tapetes de croché, así que cuando se van, me dedico a esconder los encajitos para sacarlos de nuevo antes de que vengan. En dos meses, había cambiado a 3 niños de párvulos por dos ancianas hiperactivas. 





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