viernes, 3 de diciembre de 2010

Cartas a SS RRMM

Hoy estoy reventada. Llega el puente, todo el mundo tiene planes fabulosos y yo lo único que puedo hacer es comprarme galletas de chocolate y hartarme de ver pelis. Esta mañana tenía a mis tres mosqueteros esperándome, Marcos (el mayor) no ha ido al cole. Se levantó esta mañana contrariado sin querer ir a la escuela y aunque hemos intentado sonsacarle información, no lo hemos conseguido. Algo ha debido de pasarle, es un niño que nunca se queja. Ya me enteraré. 

Pues eso, con el mayor en casa, Miguel se pone algo más revuelto porque teme no ser el centro de atención, así que dije: ¡nos vamos de paseo! y desde las 9.30 hemos estado callejeando. Cuando estábamos en el parque, que vaya frío que he pasado (los niños correteando entran en calor, pero yo allí parada como una gárgola, me he quedado congelada) me ha llamado A, que estaba peregrinando por las herboristerías para comprar gengibre para unas galletas. 

Nos hemos reunido en el parque y he agradecido enormemente su ayuda: hoy me pesaban los brazos, estaba cansada, no reaccionaba a las bromas de los niños y con que alguien me despeje a uno de los tres, ya me desenvuelvo sin problemas con los otros dos. Me siento algo culpable porque cuando se acercaba a nosotros no he podido evitar sentir envidia y algo de enfado con ella. Llevaba un vestido largo gris de punto (como una camiseta de algodón hasta los pies) que le quedaba como un guante, una chaqueta de punto verde botella a juego con unos botines de ante y una pashmina gris. Es que hasta el rubio de su pelo, recogido en un coco, brillaba como si fuera de anuncio. Yo también soy rubia, pero ni el pelo me reluce así, ni podría ponerme ese vestido. Esta mañana amaneció el cielo despejado, pero con frío, así que yo me he puesto unas bailarinas y el jersey más abrigado que tengo (lo que resalta mis ya de por sí vistosas redondeces) Los padres y abuelos de algunos niños la han estado mirando con lujuria en el parque, pero ella estaba riendo a carcajadas con los niños y ni se ha dado cuenta. Vaya mierda... a ver, es mi amiga, no es tonta, no va de nada, ¡pero hay días que me cuesta no sentir envidia!

Quería pasarse por el Club del Gourmet del Corte Inglés para comprar un café muy especial que le gusta a SuperA, así que me he llevado a los chicos a juguetería para seguir completando nuestra colección de catálogos de juguetes. Y los niños nunca dejan de sorprenderme: tenemos 15 catálogos de juguetes distintos, a cada cual más tocho, y se conocen ¡todos y cada uno de los juguetes! (vale que tienen la ayuda de los anuncios mañaneros bombardeándolos) La semana que viene, pasado el puente (ya que aprovechan y se van de viaje) tenemos que recortar los juguetes favoritos y pegarlos cada uno en su carta. Marcos se pone nervioso, un día pide una cosa y al otro día algo completamente distinto, así que tiene a los Reyes Magos perdidos. Miguel lo tiene claro: Bob Esponja para todo... como que tengo al muñeco amarillo más que aborrecido. A Ana, los Reyes decidirán que le traen, pero creo que (para alegría mía) quiere un Pocoyó blandito de peluche porque esta mañana lo ha cogido en el Corte Inglés y no lo soltó hasta que nos marchamos. 

Recuerdo que mis Reyes nunca me traían lo que pedía, me quedé siempre con ganas de un Cinexin. Era un pijama, una mochila, colores y un paraguas. Algunos años cambiaban uno de los regalos por un abrigo o un chubasquero, pero vamos, la dinámica era siempre la misma. Sólo un año me trajeron una muñeca que caminaba y traía una cámara de fotos y cuando le tirabas una foto, ella se paraba a posar. Me gustó mucho. Creo que fueron mis mejores Reyes. Y Justo esa primavera se separaron mis padres y cambió todo definitivamente. Ahora no sé que pedirme, supongo que como me he casado con el banco, los regalos van a ir todos para el piso y me gusta la idea. Las niñas nos hacemos todas un regalo de amigo invisible; este año quiero encargarme yo de la cena y que inauguremos el piso. Hemos marcado el día 2 de Enero porque A va a pasar la mitad de las vacaciones en la otra punta de España con su familia política y a B le toca ir y venir durante todas las Navidades del trabajo a casa de su familia (600 km.). Yo aún no sé lo que haré. De momento creo que hoy, me pediré comida china, me enchufaré a la tele y esperaré a caer dormida de aburrimiento para no darle vueltas a la cabeza...



Espero que tengáis un mejor puente que el mío.

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